4 de agosto de 2009

El comercio de carnes

El crac bursátil de Nueva York en setiembre de 1929 provocó un cambio drástico en las condiciones del comercio internacional. La baja de los precios de todos los productos afectó en mayor medida a la exportación de la producción agrícola ganadera. El Reino Unido de la Gran Bretaña abandonó su política de libre intercambio y se replegó sobre sí mismo, otorgando beneficios a sus dominios en perjuicio de los otros países. Las demás naciones hicieron lo mismo. La desocupación se generalizó en todo el mundo.
Las carnes argentinas tenían casi un único mercado por entonces, que era la Gran Bretaña. Así había sido desde que el invento del sistema de frío permitió largos viajes en barco de carnes frescas. Allí aparecieron los frigoríficos, casi todos extranjeros y fueron ellos quienes organizaron la exportación. Firmas inglesas y algunas norteamericanas monopolizaron la exportación de carnes. Las excelentes carnes argentinas ingresaban en Europa importadas por británicos, pero, a la vez, el carbón de Cardiff (Escocia) utilizados en los ferrocarriles, las usinas eléctricas y otras industrias argentinas también ingresaban de la mano de ingleses.
En 1924, el entonces diputado Lisandro de la Torre, que se había preocupado por las industrias del tomate y de la yerba mate, demostrando que el gobierno argentino no las amparaba y las abandonaba a trusts extranjeros por una mala aplicación de la política arancelaria, se ocupó también de la exportación de carnes. Afirmó que si el Estado no estaba en condiciones de impedir las maniobras de los frigoríficos en contra de los productores, sería conveniente establecer el monopolio del Estado en ese negocio.
En 1933 el Gobierno argentino, preocupado por las consecuencias de la nueva situación del comercio internacional para los intereses ganaderos, resuelve el envío de una misión negociadora al Reino Unido, que encabeza el vicepresidente dela Nación, doctor Julio A. Roca.
Esta misión formaliza un acuerdo con el Gobierno británico, conocido por Convenio de Londres o Pacto Roca-Runciman, por el nombre de los jefes de las respectivas delegaciones. El Gobierno argentino entiende que así defiende los intereses de la más importante industria nacional, asegurando volúmenes de exportación que han disminuido sensiblemente, pero que ya han sido fijados poco antes por la Conferencia de Ottawa.
Al tratarse el Convenio en el Senado, Lisandro de la Torre enjuicia severamente los términos del Convenio y afirma que Gran Bretaña no se ha permitido imponer condiciones tan humillantes a sus propias colonias. En efecto, el tratado asegura la preminencia de la llamada Conferencia Internacional de Fletes y con ello el transporte por parte de los frigoríficos extranjeros, la prohibición de organizar compañías comerciales de propiedad de argentinos, sólo podrá la República Argentina reservarse el 15% de la exportación, con la condición de que sea realizada por frigoríficos cooperativos. El tratado consigue la aprobación del Senado.
En setiembre de 1934, nuevamente Lisandro de la Torre presenta un proyecto de creación de una comisión investigadora del comercio de carnes para establecer cual es la situación de ese comercio de exportación y verificar si los precios que pagan los frigoríficos a los ganaderos guardan relación con los que obtienen en sus ventas en el exterior.
Al cabo de seis meses se conocen dos despachos de comisión, los cuales demuestran las condiciones leoninas en que se desenvuelve el negocio. El despacho de la mayoría es considera insuficiente por Lisandro de la Torre, que firma su propio despacho en minoría. Ha realizado una labor extraordinaria, con firmes fundamentos que son acusaciones contra los frigoríficos y el Gobierno argentino. Demuestra el favoritismo en la cotización de los novillos, cuya clasificación es antojadiza y crea diferencias irritantes: los grandes ganaderos reciben precios muy superiores a los que se pagan a la mayoría y entre los privilegiados está el propio ministro de Agricultura! El propio ministro pone trabas a las organizaciones cooperativas argentinas que pretenden intervenir en la exportación.
Los frigoríficos extranjeros ocultan la documentación de sus compras y hasta llegan a disimularlas en cajas rotuladas como mercadería exportada. El senador santafesino hace arrestar al gerente de un frigorífico que pretende negar jurisdicción a la comisión investigadora y finalmente el mismo senador consigue una orden de allanamiento del vapor Norman Star, que le permite comprobar en envío fraudulento de los cajones llenos de planillas de las que surge la inequitativa valuación de las compras.
Pero aún hay más, el Gobierno tolera declaraciones falsas del impuesto a los Réditos, en los que los frigoríficos compensan sus pérdidas en el exterior. Además, está vigente desde 1931 el control de cambios, en vista de la escasez de divisas que es consecuencia de la situación internacional, es administrado irregularmente en beneficio de las empresas, ante la pasividad de los funcionarios pertinentes.
El debate ocupó varias sesiones de la Cámara de Senadores, a las que se agregaron las réplicas y contrarréplicas. Los ministros de Agricultura y de Hacienda reaccionaron duramente, sin poder desmentir las acusaciones formuladas en los debates.Mientras tanto, se hallaba vacante una senaduría por Santa Fe, por fallecimiento del doctor Francisco E. Correa en febrero de 1935. El reemplazante Enzo Bordabehere no conseguía que se tratara su diploma por una maniobra de la mayoría de la Cámara. En esa situación de senador electo se encontraba en el recinto el 23 de julio de ese año, cuando se produjeron violentos incidentes verbales y una agresión del ministro de Agricultura al senador de la Torre. En esa circunstancia, al acudir para ayudar a levantarse a Lisandro de la Torre, el doctor Bordabehere fue herido mortalmente de tres balazos. Así concluyó el debate de las carnes.

Lisandro de la Torre ante el féretro de Enzo Bordabehere.
Fuente: Diario El Litoral

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